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«NO ODIO»



No compartimos nada,
Quizá solo la estrella en la tienda de campaña
O el zazanil que pegó el papalote de seda en tu mejilla.
Compartimos el hecho de diferir en todo.
El cómplice río arrastró tu cuerpo por mis manos
Y caíste en engrane de roca deslavada en el Paulina.

          En el sedimento
          El papalote y la estrella
          Esperan  tu  pala.

Yo nací cuando diste la tercera mordida a tus mañanas,
Y tus ojos brotaban de una tina de anonas.

En tu armadura henchida y sulfonada,
El imán de tu centro riega y mira
Una fuente sembrada de alfileres.

          Yo te como con la boca caliente
          Discurro en ti
          Y en mis labios
          Bostezan tus molduras de lirio.

¿Seguiremos diciendo que la garza mató al nenúfar con su pico,
O que el viento trocó en marfil la pulpa bruñida de la aurora?

          En la errata del cuerpo
          A la busca de hilo
          Que cosió la garganta de tu sexo.

[Compartimos el hecho de arañar lo que amamos
Y zurcir aquello que a los demás no importa.]

En un pergamino sin curtir
Corre      lame
La gena manuscrita
De tus dedos albinos.

El gato en su siesta nos reúne
Y al compás de su pecho
Respiramos como recién nacidos.



Compartimos la dieta
Del amor sin deseo.
Ven, cuando el tiempo en mis surcos su voluntad recree.






 

«ODIO»



Esta es una cara aplastada,
Una semilla que cede
A la presión de los dedos.
Como la testa de un niño bajo un martillo
Con algodón de azúcar en los dientes.

Esto es un poema del odio,
Porque no me compraron
El avión de control remoto que quería.
Por eso comencé a hundir barcos,
Levanté edificios para destruirlos,
Hice cuevas y les aventé cohetes.

          Recuerdo el polvo que se levantaba
          Cuando la tierra se rompía.

Pobres hormigas.
Corriendo con el tronar de mis dedos.
Relámpago y trueno,
Tornado sonoro del pulgar
Y del medio.

Esto es la memoria del cuero
Que le arranqué a las orugas del árbol de grosella,
Ellas parecían desde arriba
Una turba de mocos de toro.

Un poema del odio
Porque no me compraron mi avioncito de pilas que volaba.

Yo quería uno que lanzaba bombitas
Para inmolar más orugas,
Y me dieron un carrito retráctil
Que avanzaba poquito y se moría.

Reveló su intestino de fruta abierta,
Como la guanábana que se cae del árbol.
Yo le di fuerte y le seguí golpeando
Con el mazo pesado de la angustia.

          Sabrán ustedes
          Que la guanábana
          Posee del cráneo de un recién nacido
          La textura.

Este es mi poema del odio
Porque mi hermano tiene un mejor juguete que el mío.
¡Es un buen niño!
¡Mírale las uñas! ¡Tan limpias!
¡Parece que le brotó un arroyo en las manitas!
Yo
     Nunca
               He
                   Obedecido
                                   Nada.
                                          Yo no soy un buen niño.
Ni me lavo las manos porque mi tinta se disuelve muy fácil.

Esto es mi poema del odio,
Es la llama de la palapa seca en que ardió el cuerpo de mi      hermano.

Yo le dije:


Juguemos
A que
La casa de palma se quemaba
Y  yo corría con la cubeta llena
Para apagar el fuego.


Yo quise que mi hermano fuera diamante,
Para venderlo y comprar el avioncito de pilas.
          No llegó la cubeta   (no la hice llegar)
          Y la palapa ardió
          En todas sus venas.


Le faltó carbono o le sobró       (yo ya no sé de química)
O simplemente no se acomodó del todo
Para crear el tetraedro en sus entrañas.

Esto es mi poema del odio
Porque mi hermano tenía
Un mejor juguete que el mío.

DÍPTICO

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